Romerías, tradiciones y Pendones

Apenas asoma en el calendario la hoja correspondiente al mes de mayo, el fluir de actos marianos prolifera a lo largo y ancho de la geografía patria.  Los caminos, veredas y meandros se desbordan con el transitar de miles de romeros, peregrinos y fervientes fieles. Sus mochilas van repletas de peticiones que realizar a las diferentes imágenes de la Virgen.

En la querida comarca de Tierra de La Bañeza, no podía faltar la nuestra. La Virgen de Castrotierra. Imagen a la que salvo mejor decisión de los “procuradores de la tierra” se acompaña cada siete años, si bien existen criterios contrapuestos, hasta el recinto catedralicio en la vecina ciudad de Astorga. Después de la preceptiva novena se produce el retorno a su casa en lo alto de la –cuesta del Castro–. Regreso pausado y en procesión por los caminos aún polvorientos, que abren numerosos pendones henchidos al viento como símbolos de identidad, recordando con orgullo el pueblo-concejo al que representan. 

Le siguen las cruces parroquiales y al final del cortejo la imagen de la Virgen arropada por sus devotos, algunos descalzos, implorando el alivio para el secarral de los terruños casi yermos; y también la cura de enfermedades y males que les aquejan. Aunque aún predomina el cariño y afecto hacia la abogada de la lluvia, éstos conviven cada vez de forma más notoria con aspectos próximos a lo profano y ajenos al recogimiento espiritual. 

Con su llegada a la ermita, datada en el siglo XVII y ampliada en el XVIII, se produce una gran romería en las praderas que la rodean. Sobre ellas afloran las viandas de la tierra convenientemente regadas con los vinos, en muchos casos de elaboración artesana, en armonioso y equilibrado maridaje.  Los alegres sonidos de las dulzainas ponen la nota festiva antes de retomar los romeros el camino de vuelta a sus respectivos pueblos de la contorna.

Vieja tradición es la de acudir a imágenes icónicas o a creencias fundadas entre la sacralidad y el ritual, compartiendo espacio con la tradición festiva y el sentimiento de identidad y pertenencia encarnado por los Pendones que ponen la nota de color con sus telas adamascadas que preceden la marcha y despiertan las emociones de aquellos y aquellas que lo pujan haciendo ondear al viento el preciado paño de los mismos. 

Estas romerías que hunden sus raíces en épocas remotas, tenían por objeto paliar la sed endémica de las tierras de cultivo de las cuales dependía el sustento imprescindible. Tanto es así que hay teorías de expertos en la materia que sostienen que en el Castro, donde hoy se alza el santuario, en su momento se dio culto a la diosa celta de nombre Fraga, para que aportara humedad a los campos. Más adelante, los romanos, que en busca del oro de la comarca se asentarían en el lugar, impondrían a su propia diosa a la que llamaban Tellus, que aportaba tempero a las plantas. Era ella a quien invocaban para la obtención de buenas cosechas. En ambos casos, se trataba de sociedades politeístas de la época, en la que para cada cuestión tenían su correspondiente deidad. Con la irrupción de las religiones monoteístas, el cristianismo, una de ellas, implantó la figura de la Virgen, que continúa hasta nuestros días.

No he encontrado datos fiables que permita contrastar, desde el rigor, la eficacia concreta de tales romerías. Se hace obligado mencionar el dicho popular atribuido a un párroco de la zona, que ante la insistencia por sacar a la Virgen, espetó: ¡si hay que sacarla se saca, pero de llover no está!.

En estas situaciones más allá de los resultados pluviométricos difíciles de vincular científicamente con los efectos de la intersección mariana, destacaría el efecto sociológico en el que  gentes de toda condición y credo, se reúnen ante una expresión de algo tan subjetivo, complejo e intangible como la fe. O más bien para rememorar viejas tradiciones populares en las que priman los aspectos lúdicos y materiales y no las creencias y confesiones. Ambas motivaciones conviviendo en armonía y ajenas al motivo o causa que los hubiera llevado hasta allí.

Ahora solo toca esperar a que el efecto de tanta plegaria o por causas de la propia naturaleza, las nubes aporten el agua que sacie la sed de los sembrados. No es baladí la dependencia que de sus cosechas tienen la vida de nuestros pueblos y gentes. Finalizo este acercamiento a la romería del Castro y los aspectos que la rodean, con esta especie de coplilla que pretende resumir la esencia de la romería: 

Ya vuelve la virgen al castro y se pliegan los pendones, 

vuelven las cruces al templo y los paisanos al campo, 

a esperar el agua santa o simplemente la lluvia… 

Buenos y bañezanos días

Romería de Castrotierra-