Hoy domingo de Ramos, inicio formal de la Semana Santa, escarbaré en los recuerdos de juventud para desgranar momentos relacionados con el Bonete. No esta en mi animo relacionar este desayuno con la conocida prenda que el clero de la época se colocaba sobre la testa. Alguna relación tiene y no sólo en lo nominal. En los bajos de lo que entonces se llamaba la casa de Acción Católica, de ahí la relación, existía un amplio local con un bar poblado de juventud, al que llamábamos y conocíamos como bar el Bonete.
Para los nacidos en la prolija década de los 50, el Bonete, fue algo así como nuestro “bautismo” de socialización, alternar en un establecimiento de hostelería, en un bar. Bajo la atenta mirada y gestión de Javier Castaño, cuanta paciencia demostró, nos agrupábamos en torno a mesas bajas, algunas redondas. Siempre por cuadrillas más o menos extensas, con afinidades y elementos comunes, la edad, el gusto musical, etc. Eran tiempos, a caballo entre los 60 y los 70, en los que las melodías de los Beatles, en plena efervescencia, pintaban de sonidos modernos nuestros encuentros. Mucha conversación y pocas consumiciones. El inicio de la semana Santa en aquellos momentos, marcaba el reencuentro con los que por razones de estudio estaban ausentes y volvían a disfrutar de sus vacaciones.
El Bonete, era un lugar de encuentro, de compartir inquietudes y aficiones, de hurgar en los bolsillos buscando algunas pesetas que permitieran pasar por el fielato de la barra de Javier. De ese lugar y de esos momentos, surgirían más tarde situaciones especialmente presentes en mi recuerdo de juventud. Los inicios del club juvenil que con mucho esfuerzo y pelea constituimos en la parte trasera de la casa de Acción Católica. En este caso, bajo la atónita mirada de algún cura al que la situación le pilló en el confesionario. Un amplio grupo mixto de jóvenes que buscábamos con ahínco y a borbotones convulsos dar forma al torbellino que bullía en nuestras cabezas. La música, el teatro, lo social, la sexualidad, …
Nacería lo que llamábamos “ misas de juventud”. Aún percibo la imagen con las caras de los “jefes” de las dos parroquias, D. Santiago y D. Rogelio y sus acólitos D. Amable y D. José, cuando con mucho “talante” se les planteó que queríamos intervenir en las misas dominicales con canciones, no precisamente religiosas. Queríamos algo tan complejo como amenizar lo monocorde y lineal de las misas de entonces. Esto ya por si mismo era toda una revolución, en una época de color gris que empezaba a clarear tenuemente. Compartir el “cepillo” fue otro hito inenarrable. Con ello, entre otras cosas, pusimos en marcha lo que denominábamos (operación patata, huevo, arroz, leche, etc.) que unido a una canción y una sonrisa, paliaba la soledad de algunos desheredados afectivos y sociales, siempre los hubo …Revolución fue sin duda que en el 70 o quizá 71 y en la meseta profunda, realizáramos una charla en el club para hablar sobre la sexualidad y el uso del preservativo, con el apoyo y sapiencia del doctor Peña, ginecólogo de pro y padre de nuestro compañero y amigo Jorge Peña. Alguna sotana alborotada, de algún cura fuera de época, se refugió en la oración apelando al espíritu de Trento (1545-1563)
El bonete, bar y prenda, de una forma o de otra, siempre estuvo sobrevolando nuestras cabezas inquietas. La sombra alargada de la curia local en este caso, ejercía sin pudor la exclusiva de lo bueno, unos con bonete y otros sin él pero con la prenda nítidamente silueteada en su imaginario. Es evidente que visto con la perspectiva del tiempo transcurrido, nos pueda parecer anecdótico e incluso es posible que un gesto, una mueca o una sonrisa cómplice, se dibuje en nuestra mirada a la adolescencia vivida y casi olvidada. Cuando éramos jóvenes, que también lo fuimos por si alguien lo dudaba; unos con bonete y otros en él Bonete.