Desayuno con…abstención, otra opción.

En esta mañana dominical que pone punto final a uno nuevo proceso electoral, confieso abiertamente mi convicción de quedarme en el refugio de la abstención. Por primera vez, en el periodo democrático moderno, no acudiré a depositar mi voto en unas urnas que apenas servirán para nada tangible.

Los partidos políticos han activado sus anquilosadas y subsidiadas estructuras en busca de un refrendo con el que seguir ejerciendo el poder que de las elecciones emana. Serán ellos, los partidos políticos, los que a su libre albedrio, dispongan de los recursos que sustraen de las aportaciones con la que todos los ciudadanos contribuimos con el pago de nuestros impuestos. Impuestos a los que por otra parte estamos obligados. Condicionados, a su vez, por un sistema que los propios  aparatos y sus estructuras propugnan, defienden y alimentan. Convertidos y configurados de forma egocéntrica, endogámica y jerarquizada, por la que unos pocos se alzan al vértice de la pirámide desde la que ejercer el control interno. Desde esas atalayas aleccionan, dirigen y manipulan de forma caprichosa y al albur de lo que  los propios aparatos –léase grupos de agradecidos y bien remunerados– decidan. Carecerá de importancia que resulte conveniente o no, a los sumisos ciudadanos, que consienten, callan y acatan. La crítica y el cuestionamiento a los mandatos recibidos, simplemente o no se da o es ahogada y silenciada, conllevando el alejamiento del circulo desde el que se reparten las prebendas.

Pero esta manipulación y aleccionamiento, anteriormente descrita, requiere de la colaboración necesaria de los voceros convenientemente situados en los mal llamados medios de comunicación. Lo que algunos eufemísticamente denominan el cuarto poder. Esta colaboración prestada desde los consejos de redacción, convenientemente incentivados, actúa a modo de correa de transmisión, bombardeando de forma reiterada y sesgada a una población inerme. Estos agentes, reitero, colaboradores necesarios, son los que han venido propagando, y lo seguirán haciendo, desde sus medios, consignas sesgadas e interesadas, convenientemente cocinadas por las oficinas de comunicación de los aparatos de los partidos.

Medios de comunicación, escritos y audiovisuales, que de forma generalizada han renunciado al noble cometido de informar desde el rigor, algo que formaba parte de su matriz fundacional. Hoy resulta harto complicado encontrar algún medio con información rigurosa y contrastada. Esta ha sido sustituida por el amarillismo sensacionalista o lo que aún resulta más inadmisible, por la creación de noticias que se publican a sabiendas de que son falsas. Todo un atentado a los principios éticos y al código deontológico de esta profesión –consejos de administración y redacción– entregada, salvo honrosas excepciones, al vil metal y a medrar de forma artera con fines espurios.

La interacción, nauseabunda, que se viene produciendo entre los poderes políticos, todos, y los medios de comunicación, se ve alimentada por la presencia de personajes, enriquecidos en el oscuro y en ocasiones, demasiadas, corrupto mundo inmobiliario.  Empresarios de la especulación que han tomado el control de los consejos de administración de los medios, con la connivencia –pasiva en unos casos– y no disimulada en otros, de los aparatos de los partidos. En el substrato de esta toma de posiciones consentida, sino auspiciada, subyace el mutuo interés de control sobre una población a la que seguir manipulando y dirigiendo desde los centros constituidos por esta alianza de interés del poder político y el poder económico.

No resulta infrecuente que a estos supervisores de nuestras vidas, se añadan –quizá pastoreando­– un tercer colectivo que de forma grosera e inadecuada se autodenominan como «intelectuales». Vienen a prestar el supuesto prestigio acumulado, a modo de aval que blanquee los discursos de los representantes políticos. Intelectuales subsidiados por el sistema, al que acuden a defender, camuflados entre la maraña de organizaciones, fundaciones o simples chiringuitos, que disponen de los recursos públicos alimentados por los impuestos de los y las olvidados contribuyentes.

Con estos ingredientes se cocina el guiso que nos presentan como proceso de participación ciudadana en el ejercicio democrático del derecho a votar. El lunes pasado, a través de los medios de comunicación, públicos y privados, pudimos contrastar las supuestas bondades de los llamados a dirigir nuestros destinos. ¿A quién representaban estos cinco actuantes, y los que no estuvieron, en el debate convenientemente reproducido por todos los grandes medios? ¿Cuáles fueron los temas tratados que realmente interesaran a las personas que pagamos este circo? No resulta arriesgado afirmar que aquellos campos que realmente preocupan a la ciudadanía, –educación, pensiones, despoblación rural, conciliación familiar, empleo juvenil, sanidad e infraestructuras en el mundo rural, ayudas a la natalidad, seguridad jurídica, etc.– no fueron abordados o apenas los trataron de soslayo.

Son esos ingredientes descritos los que me llevan al recurso de acogerme al derecho de abstenerme. Derecho tan licito como el de votar, a pesar de lo que apuntaba estos días una plumilla de un diario nacional, amigo de Ferraz y por ello del partido en el gobierno, en funciones pero gobierno,  reclamando el ejercicio cuasi obligado del ejercicio del voto. Yo reclamo el derecho a no participar de este circo, aceptando que la función siga su curso, pero sin mi presencia, a pesar de haber pagado la entrada.

Es tal la decepción y el desencanto producido ante los hechos que vienen aconteciendo desde hace demasiado tiempo, y la afectación que produce en la vida de las personas, que por momentos me uno a las teorías posmodernistas. Aquellas que claman por la deconstrucción de la modernidad y su sistema que entre otros –atributos– incluye desigualdad, discriminación por cuestiones de raza, clase, género o sexo, y que camina hacia la destrucción del medio ambiente, en su pertinaz agresión al entorno natural. Como decía Sherry B. Ortner “[…] a través de las prácticas el mundo crea sujetos y los sujetos crean el mundo” (Ortner, 2003:277), y de acuerdo con ello ejerzo el nivel de agencia al que puedo acceder en mi relación con el poder.

Con esta falta de motivación y creencia en el sistema que me propone votar para que todo siga igual, la opción elegida, es la de refugiarme entre las líneas amigas de un buen libro e iniciar un viaje, acochado entre sus hojas rugosas, que me traslade a otros escenarios más placenteros, en una mañana dominical del otoño oscuro y lluvioso, en esta ciudad en la que habito…

Buenos y dominicales días  

Hand voting with a leaf